Del noventa y seis.

Publicado en por Alberto Rodríguez Garduño

Entre mis manos
muere cada día una flor;
cada noche se desangran
y agonizan en silencio.

Confieso que no he sido más que un necio
al prentender ser su amo.

Algunos necesitan amor
y yo sólo necesito un trago,

amargo, por favor,
como el café recalentado,
el mismo que dejé enfriar
esperando algo que
nunca habría de llegar
hasta mis labios, errados.

Así enciendo un cigarro
y siento como el humo
me abraza con cariño,
me siento de nuevo
como un niño en otoño
sobre las hojas del castaño
aprendiendo a volar.

Ayer cerré con fuerza los ojos.

Tan sólo pretendía desaparecer
y volver a caer en un calendario
del noventa y seis.
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