Atrás en el tiempo.
Hemos llegado a vivir,
pero atrás en el tiempo.
Hemos viajado de la mano
sin mover nuestros cuerpos
cada noche de verano,
con los ojos tiznados
de polvo y fuego.
La lluvia estival
arribó para oxidar
las campanas del duelo.
En el recuerdo,
yace adormecida la ausencia
de quienes se fueron
sin decir adiós,
dejando su vida atrás en el puerto.
Tan sólo he aprendido
que los niños y los padres lloran
cuando dejan de serlo.
Sobre los tejados, los gatos
siguen jugando con la luna,
cuna de plata de ley
para los hijos de la loba.
Aún hoy, si cierro los ojos
consigo oírles aullar.
El otoño se marchita
a golpe de invierno,
y las flores emigran
a tierras del sur.
Tan sólo pretendía cortar
un ramo para alegrarte el día,
pero se alejaron de mis manos
con extrema facilidad.
He quemado gran parte de lo escrito
hasta la fecha, tratando de huir de mí,
pero algo en mi interior
me incita a seguir adelante,
al margen del incendio.
El humo es tan oscuro
que apenas logro distinguir
el bien del mal.
Necesito algo de ti, ya sabes,
aquello que no me puedas entregar.
Cuando estoy triste,
recito de oído.
Algunos labios me escuchan
y desean rozar los míos
dejando entrever su miedo
por no comprender lo que escribo.
En el pánico siento la distancia,
y en ese preciso instante me elevo,
para divisar desde arriba
lo que desde abajo no puedo.
He visto demasiado odio sujeto al suelo,
quizá por eso quisiera ser un ave.
El cielo no tiene puertas ni llaves
para encerrar a nadie dentro.
Hemos llegado a vivir,
pero atrás en el tiempo.