Atrás en el tiempo.

Publicado en por Alberto Rodríguez Garduño

Hemos llegado a vivir,

pero atrás en el tiempo.


Hemos viajado de la mano

sin mover nuestros cuerpos

cada noche de verano,

con los ojos tiznados

de polvo y fuego.


La lluvia estival

arribó para oxidar

las campanas del duelo.


En el recuerdo,

yace adormecida la ausencia

de quienes se fueron

sin decir adiós,

dejando su vida atrás en el puerto.


Tan sólo he aprendido

que los niños y los padres lloran

cuando dejan de serlo.


Sobre los tejados, los gatos

siguen jugando con la luna,

cuna de plata de ley

para los hijos de la loba.


Aún hoy, si cierro los ojos

consigo oírles aullar.


El otoño se marchita

a golpe de invierno,

y las flores emigran

a tierras del sur.


Tan sólo pretendía cortar

un ramo para alegrarte el día,

pero se alejaron de mis manos

con extrema facilidad.


He quemado gran parte de lo escrito

hasta la fecha, tratando de huir de mí,

pero algo en mi interior

me incita a seguir adelante,

al margen del incendio.


El humo es tan oscuro

que apenas logro distinguir

el bien del mal.


Necesito algo de ti, ya sabes,

aquello que no me puedas entregar.


Cuando estoy triste,

recito de oído.

Algunos labios me escuchan

y desean rozar los míos

dejando entrever su miedo

por no comprender lo que escribo.


En el pánico siento la distancia,

y en ese preciso instante me elevo,

para divisar desde arriba

lo que desde abajo no puedo.

 

He visto demasiado odio sujeto al suelo,

quizá por eso quisiera ser un ave.

 

El cielo no tiene puertas ni llaves

para encerrar a nadie dentro.

 

Hemos llegado a vivir,

pero atrás en el tiempo.

 

 

 

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